Por Thomas J. DiLorenzo. (Publicado
el 27 de enero de 2012)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5883.
[Thomas
DiLorenzoo dará el curso sobre Libertad y federalismo: la
tradición libertaria de los derechos de los estados, durante 4 semanas en línea
en la Academia Mises, del 2 al 29 de febrero]
Los estadounidenses (y buena parte
del resto del mundo) se han visto privados de uno de los medios más importantes
de establecer y mantener una sociedad libre, que es el federalismo o los
derechos de los estados. No es solo un accidente que los derechos de los
estados hayan sido relegados al hoyo de la memoria o denigrados como una
herramienta de racistas y otros malhechores. La tradición jeffersoniana de los
derechos de los estados era (y es) la clave para entender por qué Thomas
Jefferson creía que el mejor gobierno es el que gobierna menos y que era
realmente posible un gobierno constitucional limitado.
¿Qué son los “derechos de los estados”?
La idea de los derechos de los
estados está más íntimamente relacionada con la filosofía política de Thomas
Jefferson y sus herederos políticos. El propio Jefferson nunca adoptó la idea
de que “los estados tienen derechos”, como algunos críticos menos informados de
la idea han afirmado. Por supuesto, los “estados” no tienen derechos. La
esencia de la idea de Jefferson es que si las personas han de ser los amos en
lugar de los sirvientes de su propio gobierno, entonces deben tener algún
vehículo con el que controlar ese gobierno. Ese vehículo, en la tradición
jeffersoniana, son las comunidades políticas organizadas a nivel estatal y
local. Por eso la gente debe monitorizar, controlar, disciplinar e incluso
abolir, si es necesario, su propio gobierno.
Después de todo, fue Jefferson
quien escribió en la Declaración de Independencia que los poderes justos del
gobierno solo derivan del consentimiento del pueblo y que siempre que el
gobierno se convierta en abusivo de los derechos de la pueblo a la vida, la
libertad y la búsqueda de la felicidad es obligación
del pueblo abolir ese gobierno y reemplazarlo por otro. ¿Y cómo va a conseguir
esto el pueblo? Lo conseguiría tal y como lo hizo cuando adoptó la
Constitución, mediante convenciones políticas organizadas por los estados.
Después de todo, los estados se consideraban como naciones independientes como
lo eran Inglaterra y Francia. La Declaración de Independencia se refería a
ellos específicamente como “libres e independientes”, lo suficientemente
independientes como para fijar impuestos y declarar la guerra, igual que
cualquier otro estado.
Es por esto que los herederos
políticos de Thomas Jefferson, los demócratas sureños de mediados del siglo XIX
realizaron convenciones políticas (y votaciones populares) para decidir si
continuarían o no permaneciendo en la unión voluntaria de los Padres
Fundadores. El Artículo 7 de la Constitución de EEUU explicaba que los estados
podían unirse (o no unirse) a la Unión de acuerdo con los votos realizados en
convenciones políticas estatales por representantes del pueblo (no los
parlamentos estatales) y, por seguir las palabras de la Declaración, también
tenían un derecho a votar independizarse del gobierno y crear uno nuevo.
Jefferson no fue solo el autor de
la Declaración de Secesión del Imperio Británico: defendía la idea de la
anulación por los estados de las leyes federales inconstitucionales, con sus
Resoluciones de Kentucky de 1798 y también creía que la Décima Enmienda a la
Constitución era la piedra angular de todo el documento. Era un
“construccionista estricto” que creía que debía hacerse cualquier esfuerzo para
obligar al gobierno central a poseer solo aquellos poderes en él delegados en
el Artículo 1, Sección 8. Es decir, en él delegados por los estados. Todos los
demás están reservados a los estados, respectivamente, y al pueblo bajo la
Décima Enmienda.
Los derechos de los estados, o
federalismo, nunca significaron que los políticos estatales fueran de alguna
manera más morales, sabios o menos corruptos que los nacionales. La idea fue
siempre que
- es más fácil al pueblo tener bajo control a los
políticos cuanto más cerca los tengan y
- un sistema de gobierno descentralizado consistente
en numerosos estados ofrecería a los ciudadanos estadounidenses una vía de
escape ante gobiernos tiránicos.
Por ejemplo, si Massachusetts
creara una teocracia estatal, quienes no quisieran vivir bajo la bota de los
teócratas puritanos podrían escapar a Virginia o a algún otro estado. La idea
de los derechos de los estados no significó para los jeffersionianos la
creación de un “laboratorio de experimentación” con intervencionismo público,
como han dicho politólogos modernos. Sería tratar a la gente como a ratas de
laboratorio en una jaula y no era así como le gustaba verse a Jefferson.
La secesión o la amenaza de
secesión se entendieron siempre como posibles medios de mantener tanto la unión
estadounidense como el gobierno constitucional. La idea era que el gobierno
central probablemente solo propondría leyes constitucionales si se entendía que
las inconstitucionales podían llevar a la secesión o anulación. La anulación y
su amenaza por tanto pretendían tener el mismo efecto. Por eso el gran historiador
de la libertad, Lord Acton, escribió la siguiente carta al general Robert E.
Lee el 4 de noviembre de 1866, diecisiete meses después de la rendición de Lee
en Appomattox:
Veían los derechos de los estados el
único control posible frente al absolutismo de la voluntad soberana y la
sucesión de llenó de esperanza, no como destrucción, sino como redención de la
Democracia. Las instituciones de su República [es decir, la Constitución
Confederada] no han ejercido en el viejo mundo la saludable y liberadora
influencia que tendrían que haber tenido, por razón de que esos defectos y
abusos de principio que la Constitución Confederada ha pretendido expresa y
sabiamente remediar. Creía que el ejemplo de esa gran Reforma habría bendecido
a todas las razas de la humanidad estableciendo una verdadera libertad purgada
de los peligros y desórdenes naturales de la las repúblicas. Por tanto, yo
consideraba que ustedes estaban luchando por nuestra libertad, nuestro progreso
y nuestra civilización y lamento lo que se perdió en Richmond más profundamente
de lo que me regocija lo que se salvó en Waterloo.
Lo que dice aquí Lord Acton es que
consideraba que era un desastre para todo el mundo que el derecho de secesión
fuera abolido por la guerra. El siglo XX se convertiría en el siglo del
gobierno consolidado y monopolístico en Rusia, Alemania, Estados Unidos y en
todos los lugares y fue un desastre para la humanidad. Si hubieran permanecido
los derechos de secesión y anulación y se hubiera abolido pacíficamente la
esclavitud, como ocurrió en el resto de mundo, Estados Unidos habría sido un
contraejemplo de gobierno descentralizado y limitado para el resto del mundo.
El general Lee lo entendió. En su
respuesta a Lord Acton del 15 de diciembre de 1866 escribía:
Aunque he considerado que la
preservación del poder constitucional del Gobierno General es el fundamento de
nuestra paz y seguridad interior y exterior, aún creo que el mantenimiento de
los derechos y la autoridad reservados a los estados y al pueblo, no solo son
esenciales para el ajuste y equilibrio del sistema general, sino que son la
salvaguarda de la continuación de un gobierno libre. Lo considero como la
principal fuente de estabilidad de nuestro sistema político, mientras que la consolidación de los estados en una gran
república, seguramente agresiva en el exterior y despótica en el interior, será
la segura precursora de esa ruina que ha abrumado a todas las que la han
precedido. (Cursivas añadidas)
Todo esto es parte de la historia
perdida de Estados Unidos. Los defensores de la centralización que fueron
victoriosos en la guerra para impedir la independencia del sur reescribieron la
historia, como siempre hacen los vencedores de las guerras. Por eso ofrezco un
nuevo curso en línea de cuatro semanas bajo los auspicios de la Academia Mises
titulado Libertad y
federalismo: la tradición libertaria de los derechos de los estados. Las
clases empezarán el jueves 2 de febrero. El propósito del curso es presentar a
los alumnos la tradición libertaria o liberal clásica de los derechos de los
estados e impartirles una comprensión de cómo figuras históricas como Thomas
Jefferson y Lord Acton creían que esa tradición era la clave para controlar “la
voluntad soberana” e impedir que las democracias se convirtieran en despotismos
y tiranías.
Thomas DiLorenzo es profesor de
economía en la Universidad de Loyola en Maryland y miembro de la facultad
superior del Instituto Mises. Es autor de El verdadero Lincoln, Lincoln Unmasked, How Capitalism Saved America y Hamilton's
Curse: How Jefferson’s Archenemy Betrayed the American Revolution — And What It
Means for Americans Today.