Negando el consentimiento al Khan

Por Peter C. Earle. (Publicado el 6 de febrero de 2012)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5886.

 

La gente de todo el mundo (en Estados Unidos, la Eurozona, Asia, África, Oriente Medio y en cualquier otro lugar intermedio) está hoy afrontando las inevitables consecuencias de un siglo de expansión no mitigada de la moneda fiduciaria. En respuesta, ha aparecido un movimiento global para buscar soluciones al deterioro generado por el banco central en los niveles de vida, poder adquisitivo y salud económica en general.

En Estados Unidos, esta pretensión se encarga en dos movimientos políticos superficialmente diferentes (aunque ambos completamente ingenuos y económicamente mal preparados): los numerosos grupos Ocupa y el llamado Tea Party. Pero ambas facciones acaban doblegándose ante el estado, adorando este bienestar o esa guerra.

¿Es el activismo que apela directamente la clase política y los banqueros centrales (los que son los responsables directos del actual desastre económico) una forma lógica de actuar? Un análisis de la historia revela algunas alternativas; la que sigue es una de ellas.

Desde 1206, los invasores mongoles arrasaron de oeste a este desde el Asia Central hasta convertirse en el mayor imperio contiguo de la historia del mundo. A medida que se expandía, los territorios conquistados se dividieron administrativamente en subreinos en los que las órdenes del Khan podían aplicarse de acuerdo con las características políticas y culturales locales. Uno de dichos subreinos fue el Ilkanato, que ocupaba partes de los modernos Irán, Iraq, Siria, Turquía y Afganistán y tenia su capital en la ciudad de Tabriz.

En 1291, Rinchindorji Gaikathu, un antiguo gobernador de Anatolia, asumió el trono del Ilkanato. Como la mayoría de los políticos, Gaikathu era un derrochador impertinente y no perdió el tiempo en buscar numerosas causas para dilapidar el tesoro en su labor para consolidar su poder. Dio generosamente a la secta cristiana nestoriana, que estaba luchando contra la opresión zoroástrica en lugares del actual Iraq, tal vez invirtiendo con la esperanza de que le ayudara en otro proyecto: una toma planeada, aunque nunca ejecutada, de Bagdad.[1] Pero sobre todo Gaikathu era conocido por sus gastos colosales en extravagancias personales y libertinajes.[2] Así que para 1294, los cofres del Ilkanato estaban agotados y su tesoro al borde de la bancarrota.

Ordinariamente (de nuevo, como todos los políticos), Gaikathu simplemente habría impuesto una aplastante oleada de impuestos, diezmos y tasas al pueblo para conseguir fondos, pero sin embargo una “peste bovina” coincidente impidió las tácticas confiscatorias habituales del estado.[3] Presa del pánico, intentó obtener fondos vendiendo bonos en Bagdad y Shiraz. Pero una agencia de crédito antigua y honorable (con reputación) condenó sus esfuerzos, dejando al enorme territorio a él confiado aún más cerca de la ruina financiera.[4]

Así que Gaikathu buscó otros planes para recapitalizar las vacías arcas del Ilkanato.

En medio de lo que uno solo puede imaginar como un apiñamiento desesperado, apareció un funcionario del tesoro, Izzuddin Muzaffar, para describir un experimento chino realizado 20 años antes y que incluía pergamino hecho con la corteza de las moreras: un método por el que se creaba papel moneda y supuestamente se podía imprimir tan ilimitadamente como demandaran los proyectos o deseos.[5]

Esperanzado por esta explicación y no queriendo perder un momento, Gaikathu entró en acción: convocó al embajador de Kublai Khan para consultarle directamente. Primero se estableció una red de centros y se la dotó tanto para alojar instalaciones de impresión como para servir de puntos de recogida de moneda metálica. Se ordenó a orfebres y plateros que cerraran de inmediato sus negocios.[6] Luego se diseñó el nuevo papel moneda, mostrando tanto marcas chinas (para darle credibilidad) como aspecto islámico (una concesión a las sensibilidades locales).

También aparecía estampado en los nuevos billetes una promesa de que con su emisión “la pobreza se desvanecería, las provisiones se harían baratas y los ricos y los pobres serían iguales”.[7]

Sin embargo, las manipulaciones de Gaikathu dejaron chicas las de sus predecesores chinos. Su plan para aliviar la insolvencia evolucionó mucho más allá de reaprovisionar el tesoro hasta ser un

plan (…) no (solo) para ayudar a la circulación existente, sino para suprimir y reemplazar completamente el uso de monedas de oro y plata (…) siendo el objetivo que todos los metales precios del territorio pudieran ser monopolizados por el poder gobernante.[8]

Mientras que dos décadas antes los chinos sencillamente habían añadido el papel a su acuñación de metales precioso, el objetivo de Gaikathu era reemplazar todas las existencias de moneda metálica en el Ilkanato con un papel moneda llamado chao.[9]

Finalmente, los pregoneros divulgaron una serie de de decretos por las calles de Tabriz. El primero prohibía el uso de cualquier moneda metálica: se ordenaba a consumidores, productores e intermediarios que hicieran sus transacciones exclusivamente con el nuevo medio de ahora en adelante. Al mismo tiempo, se obligaba ahora a todos los ciudadanos a entregar sus monedas metálicas a cambio del nuevo papel emitido. Sabiendo, por supuesto, que las personas instintivamente (y sabiamente) no están dispuestas a cambiar una moneda conocida y fiable por un medio recién creado y no probado, la sanción por incumplimiento fue la muerte. (También se obligaba a los comerciantes extranjeros a intercambiar sus monedas por el nuevo dinero en la frontera del Ilkanato). Sin embargo, se reservaban penas aún peores a quien se descubriera desfigurando o interfiriendo en la emisión de papel moneda. Para esto no solo existía una pena de muerte, sino que asimismo se aplicaba a toda la familia del delincuente, junto con la completa confiscación de su propiedad.[10]

Edward Thomas resume:

Los motivos [de Gaikathu] eran evidentemente malvados (…) en lugar de producir un beneficio, disfrazados, era algo manifiestamente fraudulento desde su concepción, asociado con las tiranía y la opresión en la aplicación de sus disposiciones.[11]

Todo esto se veía acompañado por una campaña de propaganda; carteles en todo el reino proclamaban:

Si en el mundo el chao gana adeptos,

Inmortal será la gloria del Imperio.[12]

Tabriz fue el campo de pruebas del chao. Y durante los primeros días tras la publicación de las órdenes de Gaikathu y la distribución de la nueva moneda, los ciudadanos protestaron tímidamente y se produjeron algunos disturbios. Los hombres de negocios, artesanos, comerciantes y campesinos del territorio mongol podías ser plebeyos, pero estaban lejos de ser simples: reaccionando a las misivas, “cayeron a un mar de pensamiento y asombro (…) escribir todas las discusiones a las que dieron origen los billetes sería imposible”.[13]

Y luego, todo quedó en silencio.

En lugar de utilizar los sospechosos papelitos, la gente de Tabriz o huyó de la ciudad o se quedó y subsistió con tiendas de comida de emergencia, a veces robando en los jardines de los vecinos que se habían ido. Los mercaderes rechazaron comerciar, las tiendas en los bazares quedaron vacías. En unos pocos días, las antes vibrantes calles y mercados de Tabriz se convirtieron en “terreno salvaje” sin comercio. Los mercados negros se extendieron: transacciones rápidas y silenciosas en mitad de la noche.[14] El resultado fue precisamente el colapso económico que Gaikathu pretendía evitar, muy literalmente, de la noche a la mañana y los efectos fueron también de largo alcance: el erudito persa Rashīd al-Dīn Tabīb escribió de este episodio como que había traído la “ruina de Basora”, a más de mil kilómetros de distancia.[15]

Echándose atrás, Gaikathu y sus consejeros respondieron permitiendo primero de nuevo transacciones limitadas en metálico y poco después abandonando completamente la iniciativa del papel moneda. Sin embargo, la gente de Tabriz no estaba de humor por todo lo realizado e incluso con la restauración de patrón metálico y la economía en reparación, “[Muzaffar, el funcionario del tesoro] fue hecho trizas por la multitud [y Gaikathu] depuesto y muerto por una conjura de sus nobles” unos meses después.[16]

Por supuesto, la percepción del pueblo fue extraña:

El papel moneda se convirtió inmediatamente en un medio de intercambio depreciado (…) en algunos distritos (…) un caballo que valía 15 dinares se vendía por 150. Cesó todo el tráfico de caravanas.[17]

La experiencia dejó una impresión indeleble en la memoria cultural e institucional de los persas durante generaciones; escribiendo sobre este acontecimiento durante los últimos días de la Primera Guerra Mundial, William Frederick Spalding decía:

La lección recibida fue saludable y, hasta donde podemos saber, los sucesivos gobiernos [persas] nunca han reconsiderado seriamente la reintroducción de emisiones de papel bajo sus auspicios.[18]

En lugar de reclamar otra ronda de intervención monetaria o fiscal o dedicarse a manifestaciones alteradas e inútiles, los persas individualmente (aunque en masa) dieron la espalda al recurso inventado por el gobierno. Para oponerse a lo que era esencialmente una versión arcaica de la flexibilización cuantitativa, los ciudadanos de Tabriz respondieron con una contramedida impuesta socialmente que consistía fundamentalmente en una rigidez cualitativa.

Aunque es un paso positivo que, por primera vez en un siglo, la gente en todo el mundo esté examinando los fundamentos de la banca centralizada y considerando escépticamente la desde hace mucho tiempo aceptada confusión entre dinero (medio de transacción) y moneda (almacén de valor), la única esperanza de reforma debe disiparse cuando el debate se dirige hacia las manos inútiles y culpables de los actores políticos.

En 1550, el juez y escritor francés Etienne de la Boetie aconsejaba a quienes buscaban la libertad:

Tomad la resolución de no servir más y seréis libres. No os pido que le empujéis y le hagáis tambalear, sino sólo que no le sostengáis. Entonces veríais como un gran coloso, al que se le ha roto su base, se derrumba por su propio peso y se destruye.[19]

Los persas de Tabriz, la capital del Ilkanato, devolvieron la sensatez y el equilibrio a sus vidas sencillamente dando la espalda a la pérfida moneda de Gaikathu. Lo hicieron sin reclamaciones, elecciones, discursos, “manifestaciones” histriónicas, asesinatos políticos o una revolución sangrienta y desperdiciadora. El sencillo acto de abandonar el controvertido sistema monetario lo mostraba (y también de hecho al propio régimen emisor) como lo que era: ficciones ladronas impuestas coactivamente.

 

 

Peter C. Earle es presidente, fundador y director comercial de FINAGEM, LLC. Ver sus charlas en anteriores conferencias de pensadores austriacos.



[1] El historiador árabe Amad ibn’Alī Maqrīzī indica que Gaikathu, además de planificar una campaña militar para tomar Bagdad, se había implicado en una guerra verbal con el sultán mameluco egipcio Al-Ashraf Khalil, amenazándole con invadir y conquistar el Levante.

[2] Edward Granville Browne, A History of Persian Literature under Tartar Dominion (Londres: Cambridge University Press, 1920), p. 37.

[3] David Morgan, The Mongols (Oxford: Blackwell Publishing, 1986), p. 165. [Publicado en España como Los Mongoles (Madrid: Alianza Editorial, 1990)]

[4] William F. Spalding, Eastern Exchange Currency and Finance (Londres: Sir Isaac Pitman and Sons, 1917), p. 97.

[5] Henry V. Poor, Resumption and the Silver Question (Nueva York: H.V. and H.W. Poor, 1878), p. 140.

[6] Ibíd., p. 145.

[7] Daniel J. Boorstin, The Discoverers (Nueva York: Random House, 1983), p. 503. [Publicado en España como Los descubridores (Barcelona: Crítica, 2008)]

[8] Edward Thomas, The Chronicles of the Pathan Kings of Delhi (Londres: Trubner & Co, 1871), p. 242.

[9] Poor, 145.

[10] Pringle Kennedy, A History of the Great Moghuls; or, A History of the Badshahate of Delhi (Calcuta: Thacker, Spink & Co, 1905), p. 51.

[11] Thomas, p. 240-241.

[12] Browne, 38.

[13] Journal of the Institute of Bankers, Vol. 13 (Londres: Blades, East & Blades, 1892), p. 25.[14] Journal of the Institute of Bankers.

[14] Un pasaje humorístico e ilustrador de Spalding relata que inmediatamente después de la emisión del chao y la deserción de Tabriz, los bandoleros atacaban a los ciudadanos con activos reales y con un gran sentido del sarcasmo, no dejaban a la víctima con las manos vacías: ¡les “pagaban” lo que les habían robado con el nuevo papel fiduciario!

[15] Jaquir Iqbal, Islamic Financial Management (Delhi: Global Village Publishing House, 2009), p. 154.

[16] George N. Curzon, Persia and the Persian Question (Londres: Longmans, Green & Co, 1892), p. 478.

[17] Spalding, 97.

[18] Spalding, 98.

[19] Etienne de la Boetie, The Politics of Obedience: The Discourse of Voluntary Servitude (Auburn: Ludwig Von Mises Institute, 2008), p. 47.

Published Tue, Feb 7 2012 6:16 PM by euribe