Por Tibor R. Machan. (Publicado el 7 de mayo de 2001)
Traducido del inglés. El artículo
original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/671.
Cuando era estudiante en la American
High School de Munich y la John Adams High School de Cleveland, estudié
historia estadounidense y se me enseñó la que había sido y aun parece ser la
explicación estándar de la Guerra de Secesión. Mis propios hijos han recibido
aproximadamente la misma formación durante su educación primaria y secundaria
en Virginia, Nebraska y California.
Es algo así. A causa de la
esclavitud, Estados Unidos estaba inicialmente dividido en dos partes: el
norte, donde la gente, elogiablemente, se oponía a la esclavitud y quería una
unión que no tuviera nada que ver con ella y el sur, donde la esclavitud se
aceptaba y defendía como apropiada con entusiasmo, sobre la deleznable base de
que los negros no eran completamente humanos.
Se nos decía que al final Abraham
Lincoln llegó a la presidencia y tomó las medidas necesarias para acabar con
esta intolerable situación asegurándose de que el su no se independizara de la
Unión y siguiera siendo una sociedad esclavista. Usaba las palabras de la
Declaración de Independencia de EEUU para justificarlo. La lección más
importante de esa sangrienta guerra fue que perdió el bando que tenía
básicamente las ideas menos estadounidenses y ganó el bando que quería seguir
completamente los ideales de la Declaración (con su inequívoco apoyo al
principio de los derechos humanos individuales e inalienables para todos). Así
Estados Unidos acabó un periodo muy contradictorio y lamentable de su joven
historia.
Aunque esquemática, me solía parece
una explicación razonable. A la mayoría de la gente a la que conocía le gustaba
el final, esperando que con el tiempo se desvanecieran los efectos residuales
de la esclavitud y la segregación y el país emergiera para seguir una
trayectoria que apoyara sin ambigüedades los derechos individuales para todos.
Aún así, la explicación tiene algunos problemas. A medida que iba leyendo sobre
ella (en libros y revistas académicas y populares) y discutiéndola con
historiadores y juristas, tuve que revisar mi comprensión de lo que ocurrió.
Como ejemplo de una voz disidente,
pensemos en Lord Acton, autor de la famosa cita acerca del gobierno: “El poder
corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. En su correspondencia
privada con el general confederado Robert E. Lee, Acton decía:
Yo veía en los derechos de los
estados el único control posible frente al absolutismo de la voluntad soberana
y la sucesión de llenó de esperanza, no como destrucción, sino como redención
de la Democracia. (…) Consideraba que usted [es decir, Lee] estaba luchando por
nuestra libertad, nuestro progreso y nuestra civilización y lamento lo que se
perdió en Richmond más profundamente de lo que me regocija lo que se salvó en
Waterloo.
Es un estallido sorprendente para
alguien cuyo juicio en asuntos políticos es difícil de denunciar.
Más recientemente, está la bien
documentada argumentación realizada por el Profesor Thomas DiLorenzo en su
artículo “The
Great Centralizer: Abraham Lincoln and the War between the States”, en la
revista The Independent Review, de
que, contrariamente a la creencia popular, la guerra no se hizo principalmente
por la esclavitud. Indudablemente, no empezó por la esclavitud, sino, más bien.
Por las distintas políticas económicas de los estados del norte y del sur,
algunas de ellas relacionadas con la institución de la esclavitud, pero otras
independientes de ella. Además, parece que la mayoría de los norteños no tenían
ningún problema con la esclavitud y actuaron consecuentemente al realizar
negocios con propietarios sureños de esclavos en el comercio y otros asuntos,
sin protestar.
Mientras investigaba más el asunto,
desvelé que Abraham Lincoln no se quejaba tanto por la esclavitud como por algunas de las implicaciones económicas de la
institución para los estados del norte. De hecho, Lincoln incluso estaba de
acuerdo con los que pensaban acerca de blancos y negros muchos propietarios
sureños de esclavos. Es verdad que, al final, sí emancipó a los esclavos, pero
también que prefería que abandonaran este país y crearan el suyo, concretamente
en África. (¡De hecho, Liberia se constituyó con algunos de estos negros que sí
volvieron siguiendo esta idea!)
También, en buena medida, la
emancipación de los esclavos de Lincoln fue un movimiento dentro de su
estrategia político-diplomática. Estaba probablemente más pensada para
apaciguar a aquellos en Europa que habían simpatizado con el alegato de los
estados del sur, pero empezaba a desagradarles la institución de la esclavitud.
Así que para no tener a Inglaterra del lado del sur, Lincoln declaró
intolerable la esclavitud y rechazó aceptar facilitar su extensión y
continuación.
En particular, abolió las leyes de
esclavos fugitivos al rechazar que el gobierno federal las aplicara. Eso significaba
que los esclavos que escapaban y de trasladaban a los estados del norte no se
verían atrapados y devueltos por las autoridades policiales federales, a pesar
de que en otros casos de delitos cometidos en un estado las autoridades
federales ayudarían a aplicar la ley.
Aún más importante, y algo que me
sorprendió, fueron las formas poco liberales de Abraham Lincoln de emprender la
guerra. En su esfuerzo por hacer la guerra a los estados del sur y ganarla,
utilizó muchos métodos que contradecían su supuesta creencia en los principios
de la Declaración de Independencia de EEUU. Rechazó aceptar los principios del
proceso debido, especialmente el habeas corpus, al ocuparse de sus críticos,
tanto en el gobierno como en los medios de comunicación. Esto demostraba que no
consideraba esos principios como inviolables como pretendía en sus discursos
políticos. (Esto se expone muy poderosamente en el libro de Charles Adams, When in the Course of Human Events
[Rowman & Littlefield, 2000]).
Otro asunto que me preocupa es
cuánta gente en el norte parecía desear la intervención del estado en la
economía, particularmente el proteccionismo y otros tipos de restricciones al
comercio. ¡Esto en un país que supuestamente estaba destinado a garantizar la
libertad en todo el mundo mediante su excelente ejemplo! Aún así, quienes
promueven el proteccionismo y numerosos otros tipos de intervención pública
evidentemente tienen poca comprensión y compromiso con la libertad individual,
incluso si a sus ojos la institución de la esclavitud merezca su desaparición.
(Esto se argumenta muy bien en el libro del Profesor Jeffrey Hummel, Emancipating
Slaves, Enslaving Free Men [Open Court, 1996]).
Por supuesto, la historia no es
nunca tan tajante como se enseña en las escuelas públicas, pero, en este
caso, hay algo extraño: Aunque la
mayoría de la gente sabe que hay una polémica entre historiadores y otros
investigadores respecto de las razones precisas tras la Guerra de Secesión, el
sistema de educación pública ha dado poca o ninguna cuenta de esto en absoluto.
De hecho, se trata a Lincoln como
un héroe absoluto, mientras que, por ejemplo, hay que fijarse en cómo se ha
convertido hoy en práctica común cuestionar la sinceridad de Thomas Jefferson
respecto de su implicación en la esclavitud. Incluso cuando la gente esté
condenando los intentos de los maestros nacionalistas de Japón y Alemania por
distorsionar las historias de sus países para ponerlas bajo un aspecto
favorable, apenas hay ninguna demanda en EEUU acerca de la forma partidista en
que se enseña a los jóvenes la Guerra de Secesión.
Sin embargo, puede haber algo bueno
en todo esto, que es la falta de confianza que los ciudadanos van teniendo en
sus educadores públicos. Puede enseñarles a algunos que un sistema educativo
monopolizado, dirigido por “educadores” nombrados políticamente, tiende a
convertirse en un sistema de centros de adoctrinamiento, no distinto de un
sistema que utilizan los regímenes estatistas cuando se ponen al frente de
éste. Esto a su vez, tal vez anime a suficientes a querer privatizar la
educación pública primaria y secundaria, de forma que los programas se abrirían
a la diversificación e incluirían una posibilidad de enseñar la Guerra de
Secesión de que incluya el escepticismo y los matices.
Tibor R. Machan es investigador Hoover y profesor emérito
del Departamento de Filosofía de la Universidad de Auburn, Alabama, y titular
de la cátedra R.C. Hoiles en Ética Empresarial y Libre Empresa en la Escuela de
Negocios y Economía Argyros, de la Universidad de Chapman.