El Obamacare es un impuesto devastador para la clase trabajadora

Por Eric M. Staib. (Publicado el 12 de noviembre de 2009)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/3855.

 

Dado el reciente anuncio de que la cifra oficial del paro ha llegado al 12% y que la versión oficial de la Casa Blanca del plan sanitario de Obama, HR 3962 se ha aprobado, es importante un examen detallado de los efectos del “Obamacare” en el mercado de trabajo. No sorprenderá a los lectores de esta web saber que la ley demócrata dañará seriamente precisamente a esos ciudadanos pobres y sin seguro a los que ostensiblemente pretende ayudar. El daño se producirá al aumentar el desempleo masivo y privar a esos ciudadanos de alternativas de consumo.

El Obamacare como impuesto al trabajo

De acuerdo con las páginas 269 a 273 de la gigantesca ley, los que contraten a trabajadores a jornada completa deberán cubrir al menos el 72,5% de la prima del plan de seguro de salud disponible menos caro que comprenda los criterios mínimos legales de “cobertura aceptable”. En casos en que se ofrezca cobertura familiar, el que contrate debe correr con el 62,5% de la prima. Dependiendo del plan específico y otras variables como la ubicación, esto supone un impuesto directo al trabajo de aproximadamente 300$ por persona o cerca de 700$ por cobertura familiar.

La consecuencia de este aumento en los costes es que los trabajadores cuya productividad sea menor que 300$ mensuales más que sus salarios será despedida o se recortarán sus horarios al nivel de clasificarlos como tiempo parcial. Ignorando la ley laboral establecida, la norma deja definición de tiempo parcial y jornada completa a la discreción del Comisionado de la nueva burocracia sanitaria de Obama. Cuanto más bajo ponga el listón el nuevo “Comisionado de Elección Sanitaria”intentando maximizar el número de gente que reciba la contribución del contratante, más horas de producción tendrán que eliminar los empresarios para poner a sus trabajadores bajo el listón y menos llevarán a casa los trabajadores cada semana.

Por desgracia, la ley también requiere que los empresarios cubran un porcentaje (menor) de la prima del mismo plan mínimo para trabajadores a tiempo parcial. Los efectos son aún peores que en el otro caso, porque debilitan la capacidad de un empresario para evitar el impuesto al trabajo empleando durante menos horas a sus asalariados. En su lugar, con un impuesto al trabajo también para los trabajadores a tiempo parcial, algunos trabajadores de baja productividad que ahora sólo trabajan una pocas horas cada semana se verán forzados a dejar de trabajar completamente.

La carga del Obamacare

Podemos decir, con certidumbre matemática, que este impuesto al trabajo es un impuesto regresivo. Como el impuesto se define como el 72,5% de la misma prima para todos los trabajadores, ese impuesto absoluto recaerá más duramente en trabajadores para quienes el impuesto represente un mayor porcentaje de sus salarios.

Para entenderlo mejor, aplicaremos un impuesto mensual al trabajo de 300$ a la diferencia entre salario y beneficio productivo a dos trabajadores diferentes. Si suponemos para simplificar que a un trabajador se le paga el 99% de su beneficio productivo, podemos ver que la diferencia absoluta entre productividad y salarios es mayor para trabajadores de mayores ingresos.

Por ejemplo, un trabajador que produce un beneficio de 50.000$ mensuales recibiría 49.500$ durante el mismo periodo, dejando 500$ de beneficio a quien le contrate. En cambio, un trabajador que produzca un beneficio mensual de 10.000$ recibiría 9.900$ para una diferencia de sólo 100$. A pesar de las diferencia en su retorno absoluto, en una economía libre ambos trabajadores son rentables y por tanto son empleables.

Sin embargo, en unos Estados Unidos post-Obama, sólo se emplearía al trabajador de salario alto, dejando al trabajador de baja productividad sin empleo. Cuando se añade un cargo de 300$ mensuales al costo de cada trabajador, es fácil ver que sólo el beneficio absoluto del trabajador de salario alto seguirá siendo positivo.

La empresa continuará ganando 200$ empleando al trabajador de alta productividad, mientras que se verá forzado a despedir al de baja productividad en lugar d eperder 200$ por emplearle. El impuesto sanitario del Obamacare recaerá, por tanto, directamente en los mismos empleados que se ven perjudicados por el aumento del salario mínimo: jóvenes, discapacitados y minorías retrasadas.

Si no quieren ser despedidos o pasados a tiempo parcial, estos trabajadores de baja productividad aceptarán un salario menor para mantener su puesto y horario laboral. Así, el trabajador que produce 10.000$ mensuales se ofrecerá a aceptar un salario de 9.700$ o menor para salvarse de una pérdida total del empleo o pasar a tiempo parcial. Estos trabajadores ofrecerán trasladar el coste directamente a sí mismos en lugar de hacer cargar al empresario con ello, lo que ocasionaría su desempleo.

Sin embargo, como era previsible, los demócratas intentan “proteger” a los trabajadores de la posibilidad de salvar sus puestos trabajando por menos. La página 273 de la ley estipula que cualquier cantidad comprometida para el plan mínimo de seguro de salud que corresponda a una bajada en el salario no se considerará como contribución. La página 310 establece una multa de 100$ por día por cada caso en que se negocie privadamente una bajada de salarios. Así que los salarios se fijarán a los niveles actuales, considerando cualquier recorte un intento de subvertir el impuesto al trabajo y por tanto estando sujetos a sanciones financieras.

En realidad esta cláusula no favorece a los trabajadores y más bien actúa como un suelo salarial que asegura que el efecto en el desempleo no será mitigable y se extenderá ampliamente. Como cualquier bajada en los salarios durante los meses que sigan a la puesta en vigor de la ley se considerará una violación de la obligación de contribuir del empresario y por tanto conllevaría serias multas, literalmente se evitará que todos los salarios caigan por debajo de los niveles actuales.

Al implantar estos suelos salariales indirectos en literalmente cada sector durante una recesión es completamente ridículo. Durante una recesión, los salarios suben y bajan en diferentes líneas de producción para ajustar la demanda de mano de obra de los productores con la demanda de los consumidores de los bienes que cada tipo de trabajo produce.

En un mercado dinámico (es decir, cualquier mercado en que la gente sea libre de cambiar sus ideas) los diferentes salarios de los trabajadores deben subir y bajar todos los días para acomodarse a las preferencias cambiantes de los consumidores. Evitar que este proceso tenga lugar es evitar que se corrija la estructura de la producción.

Estos suelos salariales también apresuran la caída de sectores que son menos valiosos para los consumidores de lo que eran anteriormente, pero que pueden seguir siendo un uso productivo de los recursos a un precio menor. Las empresas en esas industrias serían incapaces de recortar legalmente sus costes laborales para bajar sus precios y satisfacer a consumidores menos dispuestos a comprar sus bienes. Sin esta opción, esas empresas necesitarán, o bien despedir a parte de sus trabajadores o simplemente cerrar totalmente el negocio.

Destruir la producción real

Es igualmente importante considerar el otro extremo de la cadena productiva, es decir la producción real de bienes y servicios. Destruyendo la demanda de trabajo marginalmente productivo, el impuesto al trabajo del Obamacare destruirá necesariamente ese producto final del trabajo, que son, por supuesto, los bienes y servicios marginalmente valorados. Así, es razonable esperar menos opciones de comida rápida a altas horas de la noche, habitaciones hotel menos limpias, menos productos en outlets y cosas así.

Aunque estos efectos pueden no ser tan fácilmente visibles como la clausura de una fábrica, son pérdidas reales de utilidades de consumo. Las empresas en el mercado libre producen comodidades y calidad superior hasta el punto en que ya no es rentable hacerlo. Destruir la producción de estos bienes y servicios destruiría las sutilezas que la acumulación de capital y el progreso permiten a los estadounidenses darlas por descontadas.

El efecto del Obamacare en los precios de los bienes producidos es evidentemente inflacionario. Aumentar el coste de emplear a cada trabajador en 300$ cada uno es con seguridad aumentará el precio de todos los bienes producidos. Combinar aumentos de precio con el aumento del desempleo difícilmente puede ser una estrategia laudable para mejorar las vidas de los ciudadanos pobres.

Conclusión

La histórica aprobación del HR 3962 por la Cámara de Representantes no es un evento a celebrar. El Obamacare acelerará el creciente desempleo de la nación e impedirá que los salarios fluctúen de acuerdo con la demanda del mercado. Como en otros sectores, una supuesta política social benéfica daña más a los ciudadanos más pobres y menos capaces.

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Eric Staib es especialista en economía en la Universidad de Oklahoma.

Published Thu, Nov 12 2009 7:37 PM by euribe

Comments

# re: El Obamacare es un impuesto devastador para la clase trabajadora

Thursday, December 17, 2009 2:30 PM by framon

Preparénse cuando les llegue la sanidad pública, entonces si sabrán lo que es tirar el dinero y pagar por dos o tres veces un servicio médico. En España te pagas un seguro porque la sanidad pública es ineficaz y encima te gravan con un 30% de impuestos como si nada. Preparénse amigos de Obama.