Rodrigo Diaz

Sitio de divulgación de ideas libertarias que orbitan alrededor del Instituto Ludwig von Mises

August 2009 - Posts

Como masificar al soberano

por Manfred F. Schieder 

“El desea del niño por alcanzar la meta que se ha propuesto lo lleva a actuar correctamente. NO es la maestra quien le advierte sobre sus errores y le enseña a corregirlos, sino una compleja actuación de la propia inteligencia del niño la que lo lleva al resultado que se propuso.’
(María Montessori en "Ideas Generales sobre el Método")

Es el primer día de clase.
Para los más pequeños en el jardín de infantes, para los mayorcitos el primer grado. Impecables en sus delantales, “cual inocentes palomitas", dirá la Sra. Directora o el Sr. Director en su alocución. En sus uniformes o, simplemente, en raídas zapatillas, formarán, cual soldados (la comparación es inevitable y no menos amedrentadora), fila tras fila, columna tras columna, la nueva dotación de mentes que aguardan recibir nuevos conocimientos.
Al sonar el timbre o la campana, en las regiones modestas, caminan hacia el aula, se ubican, preparan sus útiles de escritura, el cuaderno y prestan atención, anhelantes y no sin temor, a lo que dirá la maestra. Aún no lo saben y muchos no lo sabrán jamás, pero se encuentran en un laboratorio, en una sala de torturas indoloras, dirigida desde el Ministerio de Educación y sus dependencias, donde se amoldará sus cerebros a lo que quienes gobiernan dispongan.
Ha comenzado el proceso oficial de sometimiento del soberano, el lento pero preciso operativo de masificación.
Es el Día del Control Total.
Esa filósofa suprema que inició y terminó en una sola labor la totalidad de la filosofía - Ayn Rand - expresó graves palabras sobre la educación al comparar al sistema educacional vigente en el mundo con esa ocupación horrorosa de los siglos pasados que Víctor Hugo describe en su obra “El Hombre que Ríe”: Los Comprachicos.
Los Comprachicos negociaban con niños. Los compraban, los desfiguraban de mil espantosas maneras para convertirlos en gnomos bufonescos y los vendían a reyes y príncipes como objetos de diversión. En la China, por ejemplo, tomaban una criatura de dos o tres años, la colocaban en una vasija de porcelana y la dejaban crecer, durante años, dentro de tan bizarro corsé. Esto comprimía las carnes y retorcía los huesos. En cierto momento, cuando el daño ya era irreparable, se rompía la vasija y se obtenía un hombre moldeado como el recipiente.
Anticipándome al contenido de este artículo quiero recordar al lector que el daño no se transfería a los genes.
La práctica misma, empero, no ha desaparecido. Ahora es más sutil, menos evidente.
Los colectivistas han descubierto que es menos riesgoso y de todas formas muchísimo más redituable retorcer los cerebros. Fieles a sus malvados propósitos fabrican aquello que responde a su meta de uniformar a la población mundial: robots, seres descerebrados programados pare obedecer al Stalitler de turno, a quien complace explotarlos y enviarlos a su temprana muerte, por lo cual, incluso, aun es vitoreado. Si el lector no lo creyese puedo remitirlo a leer la historia mundial.
La educación en manos del Estado es, de por si, una inmoralidad y defender a la misma a partir de la aseveración que con ello se asegura una igualdad en la oportunidad educativa de toda la población, equivale a no entender la raíz misma de la cuestión.
No se trata de una cuestión de economía, como permanentemente insiste la educación estatal. Hasta el más lego en la materia ha de entender que una educación privada es SIEMPRE menos onerosa que la estatal, encarecida por un inevitable exceso burocrático. Pero por más importante que pueda ser este aspecto del tema para la totalidad de la población, no puede su consideración afectar de manera alguna lo que la educación en manos gubernamentales - o de sectores protegidos por el Estado - significa filosófica y psicológicamente.
La idea fundamental es adoctrinar al “soberano” para que actúe a partir de ahí como un títere programado. La meta evidente es la de bloquear aun la mínima posibilidad de desarrollar ideas distintas, quizá nuevas, a partir de la observación personal de los hechos, sin la influencia de imbuídos conceptos.
Ludwig von Mises, economista gigantesco, expresa en su “Acción Humana”: “La enseñanza primaria fácilmente deriva hacia la adoctrinación política… El partido en el poder controla siempre la instrucción pública y puede, a través de ella, propagar sus propios idearios y criticar los contrarios.”
Incluso Bertrand Russell, a quien mal se le puede aplicar mote alguno de defensor del liberalismo, reconoció la maldad contenida en la educación pública al decir: “La educación estatal produce una manada de fanáticos ignorantes, prestos a iniciar una guerra o una cacería de brujas si así se les ordena hacerlo. Tan grande es este mal que el mundo sería mejor si nunca se hubiese iniciado la educación estatal.”
Ayn Rand menciona en su articulo “La Doctrina de la Igualdad de Oportunidades en la Educación” un punto particularmente inmoral: “El gobierno,” dice allí, “no tiene derecho alguno de imponerse como árbitro de ideas y, en consecuencia, sus establecimientos - las escuelas públicas y semipúblicas - no tienen tampoco el derecho de enseñar un único punto de vista, con exclusión de todos los demás. No tiene derecho de ponerse al servicio de las creencias de ningún grupo de ciudadanos en particular e ignorar y silenciar a los demás. No tiene el derecho de imponer desigualdad alguna sobre ciudadanos que llevan por igual el lastre de su sustento. Al igual de lo que ocurre con los subsidios estatales para las ciencias, es viciosamente errado forzar a un individuo a pagar por la enseñanza de ideas diametralmente opuestas a las suyas; es una violación profunda de sus derechos. Esta violación se vuelve monstruosa cuando son sus ideas las que se excluyen de tal enseñanza pública, ya que significa que está obligado a pagar por la propagación de aquello que considera falso y malvado y la supresión de aquello que entiende ser verdadero y bueno.”
La masificación de la especie, propósito declarado de todo colectivista, lleva a la humanidad a su segura destrucción. El hombre no comparte con las demás especies la característica que permite sobrevivir a éstas: adaptarse al medio ambiente. Por lo contrario, su naturaleza determina como método de supervivencia lo opuesto: debe acomodar al medio ambiente a sus propias necesidades. Este fin, diametralmente opuesto al dejarse llevar, al adaptarse, exige, claro está, una actividad compleja que sólo el ser humano es capaz de realizar: entender la realidad, comprender sus leyes resultantes y aplicar la imaginación para adaptar los materiales de la realidad - los elementos físico-químicos - a sus necesidades, siendo la imaginación la facultad de reordenar los elementos de la realidad para alcanzar valores humanos. La imaginación no funciona en un vacío: requiere del conocimiento de los elementos que se desean reordenar.
La compulsiva educación colectivista es la culpable directa del estado de neurosis permanente que hoy en día predomina en el mundo. La desindividualización no logró ni logrará jamás cambiar al ser humano hasta el punto de dejar de ser lo que es: Hombre-Individuo. Solamente logra aplastar esa característica esencial con toneladas de miedo político y social que incluyen la adoctrinación del ser humano para transformarlo en aquello que no es: masa informe. El resultado es la desintegración social (un proceso de reversión: la bestialización del hombre), el desatado odio hacia los demás expresado en el terrorismo (explosión directa de quienes han sido privados, sin saberlo, de su individualidad y su racionalidad), la falta de toda creatividad artística (barbudos y desaliñados “artistas” produciendo la injustificable y repugnante expresión adulta de las manchas con las cuales los niños tratan de representar la realidad que los rodea), las manadas de hippies y sectarios cínicos y amargados que retornan a las épocas cavernarias, la universalización de la drogadicción como única pero horrorosa válvula de evasión de un mundo que el colectivismo produjo, como evidencia de su malevolencia metafísica, a su imagen y semejanza, y cuyo único resultado posible es una acelerante degradación de la especie.
El proceso de masificación, que se encuentra en el origen de los resultados arriba descritos, comienza ya en los primeros años de vida del niño, A decir verdad, son éstos los años decisivos. Lo son tanto que han permitido decir a los jesuitas: “Dadnos un niño durante siete años y después podréis hacer lo que queráis con él." O sea, lo habrán deformado - como Comprachicos - en un obediente robot, Es en estos años que se le niega al niño el contacto directo con la realidad. Se le enseña - o sea, se lo compele - a adaptarse a lo que “la sociedad” demande. De hecho, se lo compulsa a ajustarse a lo que la sociedad - el grupo dirigente - determine; no a conocer la realidad. Esta es presentada como algo cambiante, inseguro, en lo que no se puede fiar. Se provoca así un estado de confusión permanente en un cerebro que es una hoja en blanco y que necesita desesperadamente datos informativos, y se obtiene el resultado apetecido: una mente insegura que se adhiere fácilmente a lo que dicten los mayores: los maestros primero, los conductores espirituales después, finalmente el estado dictatorial. La religión participa en forma permanente y activa de este proceso. A lo largo del mismo, la mayoría se somete; en una minoría el clima de rebelión - el individuo que intenta reafirmarse frente a un orden que no le es propio y que quiere destruirlo - es constante.
Pero si el hombre quiere sobrevivir como especie depende de una individualización cada vez mayor de cada uno de sus componentes. Cada hombre debe sobrevivir y progresar POR SI MISMO. Existe una estructura social - el Capitalismo - donde se dan las condiciones exactas para esta meta, pero en este artículo deseo llamar la atención a otro aspecto de la cuestión: PARA SOBREVIVIR. El. SER HUMANO NECESITA INFORMACIÓN, NO UNIFORMACIÓN.
Existe un solo método de enseñanza basado en el respeto de la individualidad de cada niño y es el que creó la Dra. María Montessori (1870-1952) en su nativa Italia. El método ha sido ideado para los niños en sus primeros años de vida y es tan evidente en su propósito de lograr Hombres-Individuos que los colectivistas lo reconocieron de inmediato como enemigo insoslayable. Cuando los fascistas llegaron al poder en Italia ordenaron la clausura de todas las escuelas donde se aplicaba el sistema creado por María Montessori. En Alemania y Austria - en los años que fueron regidos por el nazismo - se quemaron efigies de la pedagoga sobra piras de sus propios libros, en parques públicos en Berlín y Viena.
El sistema Montessori hace hincapié en lograr que el niño comprenda, en primer lugar, conceptos elementales tales como altura, espesor, forma, textura, color, sonido, etc. y que tome conciencia de que la realidad no es caprichosamente cambiante sino que cada cosa tiene un lugar adecuado, que el mundo que lo rodea es comprensible e inteligible, que las cosas no desaparecen inexplicablemente y que él está capacitado para tratar con ellas. Esto quita el factor "miedo" de una mente que se está formando, lo cual, a su vez, brinda una plataforma de seguridad sobre la cual puede, confiadamente, adquirir nuevos conocimientos. El resultado es una consciente sensación de auto-suficiencia (son los materiales quienes le indican el proceso de ordenamiento objetivamente correcto y no necesita, por ello, depender de la "autoridad de los adultos”) y una creciente individualización. Este es el origen mismo de hombres capaces de sobrevivir y progresar por sus propios medios.
Ayn Rand explicó así el proceso: ‘Dado que el propósito de los materiales de Montessori es ayudar al niño en el desarrollo de su conciencia, o sea entender la naturaleza de la realidad y aprender a tratar con ella - la rigidez de los problemas que debe resolver provee la lección más importante que aprenderá jamás: le enseña la Ley de Identidad (A es A). Aprende que la realidad es un absoluto que no puede ser alterado por caprichos y que si quiere tratar adecuadamente con ella debe hallar la única respuesta correcta. Aprende que un problema tiene una solución y que él tiene la habilidad de resolverlo, pero que debe buscar la respuesta en la naturaleza de las cosas con las que trate y no en sus sentimientos. Esto lo prepara, desde sus primeros pasos cognitivos, para el momento en que, siendo adulto, entienda el principio de que “la Naturaleza, para ser comandada, debe ser obedecida" - momento éste en que tal principio se habrá automatizado en su mente. Todo intento de “educar al soberano” con inseguridad, caprichos y atemorización produce los pobres neuróticos que claman contra "la tiranía de la realidad’” (de "The Montessori Method", por Beatrice Hessen - The Objectivist/Julio de 1970).
Son los padres - especialmente aquéllos que no lograron superar individualmente el proceso oficial de uniformación - quienes deberían considerar con especial dedicación esta cuestión en relación con sus hijos. El mundo que produjo el colectivismo podrá ser el “ideal” de intelectuales y políticos pusilánimes y malvados, pero no podrá serlo jamás para hombres que, aun educados en la colectivización, todavía retienen en sí la capacidad, no importa cuán vagamente, de desear un mundo mejor para sus hijos. Tal mundo mejor no se logra aferrándose a lo que yo llamo “La Noria del Arroró”, el obstinado canto de sirena de que las cosas son así y no pueden ser rectificadas, sino tomando la decisión de repensar la situación, de no aferrarse a lo que los hipnotizantes Comprachicos quieren hacernos creer. El hombre no es masa informe sino Individuo. La repetitiva deformación física no tiene efectos genéticos (la circuncisión es una de las tantas pruebas de ello). No menos cierto es el efecto de la deformación mental inducida por los colectivistas. Miles de años de obligar a los hombres a comportarse como masa informe jamás logró ni logrará jamás un engendro semejante. Los hombres nacen como Individuos. Pero es la misión de su vida afirmarse como tales.
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Nota: El original en inglés del presente artículo fue publicado en las páginas del Web de "Rebirth of Reason" (http://rebirthofreason.com/Articles/Schieder/ALIGNING_the_CITIZEN.shtml). Traducción al castellano del autor.

Capitalismo, Gobierno Limitado y Cristianismo

El Profesor Alberto Mansueti es abogado graduado por la Universidad Nacional del Litoral y Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Nacional del Rosario, Argentina. Es el vicepresidente del movimiento Rumbo Propio, de Venezuela y director académico del Instituto de Libre Empresa, en Perú. Mansueti es conocido como uno de los más destacados maestros del Liberalismo Clásico y ha escrito numerosos libros y artículos sobre el pensamiento liberal.

Para acceder a algunos de sus escritos:

La Derecha Boba o Porqué la Izquierda manda

Porqué Murió el Gobierno Limitado?

Las Leyes Malas (y el Camino de Salida)

Los Impuestos

Mediciones, Parcelamientos y Deslindes

Religión y Asuntos Públicos

Entrevista al Dr Alberto Mansueti en la Universidad Francisco Marroquín

 

 

Oro y libertad económica

Artículo elaborado por Alan Greenspan en 1966

(tomado de Tribuna Libre en Libertad Digital )


El abandono del patrón oro hizo posible que los estatistas utilizaran el sistema bancario como instrumento para una expansión ilimitada del crédito. Sin patrón oro, no hay forma de proteger los ahorros contra la inflación.

Un antagonismo prácticamente histérico contra el patrón oro es un nexo que une a los estatistas de toda condición. Parecen apreciar -quizás más clara y profundamente que muchos defensores del laissez faire- que el oro y la libertad económica son inseparables, que el patrón oro es un instrumento del laissez faire, y que el uno implica y requiere al otro. Para entender la razón de este antagonismo, primero es necesario entender el papel específico que juega el oro en una sociedad libre.

El dinero es el común denominador de todas las transacciones económicas. Es ese bien que sirve como medio de intercambio, es universalmente aceptado por todos los participantes en una economía de intercambio como pago por los bienes y servicios, y por tanto, puede ser usado como referencia del valor de mercado y como depósito de valor, es decir, como medio de ahorro.

La existencia de tal bien es una precondición de una economía en la que existe división del trabajo. Si los hombres no dispusieran de algún bien de valor objetivo que fuera generalmente aceptado como dinero, tendrían que recurrir al primitivo trueque o ser forzados a vivir en granjas auto-suficientes y renunciar a las inestimables ventajas de la especialización. Si los hombres no tuvieran un medio para almacenar el valor, es decir, ahorrar, ni la planificación a largo plazo ni el intercambio serían posibles.

Qué medio de intercambio será aceptado por todos los participantes de una economía no es una cuestión que se determine arbitrariamente. Primero, el medio de intercambio debería ser duradero. En una sociedad primitiva de escasa riqueza, el trigo podría ser suficientemente duradero para servir como medio, debido a que todos los intercambios tendrían lugar solo durante e inmediatamente después de la cosecha, no dejando ningún excedente que almacenar.

Pero las consideraciones de depósito de valor son cada vez más importantes a medida que las sociedades son más ricas y civilizadas. En éstas, el medio de intercambio debe ser un bien duradero, normalmente un metal. Un metal es generalmente elegido porque es homogéneo y divisible: cada unidad es idéntica a la otra y puede ser mezclado o formado en cualquier cantidad. Las joyas preciosas, por ejemplo, no son ni homogéneas ni divisibles.

Más importante aún, el bien escogido como medio debe ser un bien de lujo. Los deseos humanos para los lujos son ilimitados y, por tanto, los bienes de lujo siempre son demandados y siempre serán aceptados. El trigo es un lujo en civilizaciones infra-alimentadas, pero no en una sociedad próspera. Los cigarrillos en condiciones normales no servirían como dinero, pero sí sirvieron en la Europa de después de la II Guerra Mundial donde eran considerados un lujo.

El término “bien de lujo” implica escasez y un alto valor unitario. El que tenga un alto valor unitario implica que ese bien es fácilmente transportable; por ejemplo, una onza de oro (alrededor de 28,35 gramos) vale como media tonelada de lingotes de hierro.

En las etapas iniciales de una economía monetaria en desarrollo, se podrían usar varios medios de intercambio, dado que una amplia variedad de bienes cumplirían las condiciones anteriores. Sin embargo, uno de los bienes desplazará gradualmente a los otros, siendo más ampliamente aceptado.

El concepto de dinero

Las preferencias acerca de qué mantener como depósito de valor, cambiarán hacia el bien más ampliamente aceptado, lo que a su vez, lo hará todavía más aceptado. El cambio es progresivo hasta que ese bien se convierta en el único medio de intercambio. El uso de un solo medio es altamente ventajoso, por las mismas razones por las que una economía monetaria es mejor que una economía de trueque: permite la posibilidad de intercambios a una escala incalculablemente superior.

Que el único dinero sea el oro, la plata, las conchas, el ganado o el tabaco es opcional, dependiendo del contexto y desarrollo de una economía determinada. De hecho, todos han sido empleados, en diferentes fechas, como medio de intercambio. Incluso en el presente siglo, dos bienes como el oro y la plata han sido usados como medio de intercambio a nivel internacional, convirtiéndose el oro en el predominante.

El oro, teniendo usos tanto artísticos como funcionales y siendo relativamente escaso, tiene ventajas significativas sobre todos los demás medios de intercambio. Desde principios de la Primera Guerra Mundial, ha sido prácticamente el único patrón de intercambio internacional. Si todos los bienes y servicios tuvieran que ser pagados en oro, grandes pagos serían difíciles de llevar a cabo y esto tendería a limitar el grado de división del trabajo y especialización de una sociedad.

Así, una extensión lógica de la creación de un medio de intercambio es el desarrollo de un sistema bancario y de instrumentos de crédito (billetes de banco y depósitos) que actúen como sustituto del oro, siendo convertibles al metal amarillo.

Un sistema bancario libre basado en el oro es capaz de conceder crédito y así crear billetes de banco (moneda) y depósitos, según las necesidades productivas de la economía. Los propietarios individuales de oro son inducidos, por los pagos de interés, a depositar su oro en un banco (contra el que pueden girar cheques).

Pero dado que es muy raro que se dé el caso de que todos los depositantes quieran sacar todo su oro al mismo tiempo, el banquero necesita guardar solo una fracción del total de los depósitos en oro como reservas. Esto permite al banquero prestar más de la cantidad de sus depósitos de oro (lo que significa que no tiene oro como garantía de sus depósitos, sino derechos de cobro de oro). Pero la cantidad de préstamos que el banquero se pueda permitir conceder no es arbitraria: tiene que evaluarla en relación a sus reservas y a la situación de sus inversiones.

El sistema crediticio

Cuando los bancos prestan dinero para financiar proyectos productivos y rentables, los préstamos son pagados rápidamente y el crédito bancario continúa estando disponible. Pero cuando estos negocios empresariales financiados por el crédito bancario son menos rentables y les cuesta saldar las deudas, los banqueros pronto se dan cuenta de que sus préstamos pendientes de pago son excesivos en relación a sus reservas de oro, y empiezan a reducir los nuevos préstamos, normalmente exigiendo tasas de interés más altas.

Esto tiende a restringir la financiación de nuevos proyectos y requiere que los prestatarios actuales mejoren su rentabilidad antes de que puedan obtener crédito para nuevas expansiones. Así, bajo el patrón oro, un sistema bancario libre se erige como el protector de la estabilidad de la economía y el crecimiento equilibrado.

Cuando el oro es aceptado como medio de intercambio por la mayoría o todas las naciones, un patrón oro internacional libre y sin restricciones sirve para impulsar una división del trabajo a escala mundial y promueve la máxima extensión del comercio internacional.

Aunque las unidades de intercambio (el dólar, la libra, el franco, etc.) difieran de país a país, cuando todas están definidas en términos de oro, las economías de diferentes países actúan como una -siempre y cuando no existan restricciones sobre el comercio o el movimiento de capitales-.

El crédito, los tipos de interés, y los precios tienden a seguir patrones similares en todos los países. Por ejemplo, si los bancos de un país conceden créditos demasiado alegremente, los tipos de interés en ese país tenderán a caer, induciendo a los depositantes a que cambien su oro a bancos de otros países que paguen mayor interés. Esto generará inmediatamente una escasez de reservas bancarias en el país del “dinero fácil”, provocando condiciones crediticias más estrictas y una vuelta a tasas de interés competitivas más altas.

Un sistema bancario totalmente libre y un patrón oro totalmente coherente no se han alcanzado todavía. Pero antes de la Primera Guerra Mundial, el sistema bancario en los Estados Unidos (y en la mayoría del mundo) estaba basado en el oro y aunque los gobiernos intervenían ocasionalmente, la banca estaba más libre que controlada.

Periódicamente, como resultado de expansiones de crédito demasiado rápidas, los bancos alcanzaban el límite de préstamos de sus reservas de oro, los tipos de interés subían abruptamente, el nuevo crédito se cortaba, y la economía entraba en una recesión brusca pero corta. (Comparadas con las depresiones de 1920 y 1932, las contracciones anteriores a la Primera Guerra Mundial fueron realmente suaves).

Expansión crediticia

La limitación de las reservas de oro era lo que ponía freno a las expansiones insostenibles en la actividad empresarial, antes de que pudieran convertirse en el tipo de desastre que suponen las posteriores a la Primera Guerra Mundial. Los periodos de reajuste eran cortos y las economías rápidamente reestablecían una base sólida para reanudar la expansión.

Pero el proceso de cura fue erróneamente diagnosticado como la enfermedad: si la escasez de reservas bancarias estaba causando una contracción económica -argüían los intervencionistas económicos- ¡por qué no encontrar una manera de proporcionar crecientes reservas a los bancos para que nunca se queden cortos! Si los bancos pueden continuar prestando dinero indefinidamente -se decía- nunca tendrá que haber recesiones en la actividad empresarial. Y así es como se creó el Sistema de la Reserva Federal en 1913.

El origen de la Reserva Federal de EEUU

Consistía en doce bancos regionales de la Reserva Federal, nominalmente poseídos por banqueros privados, pero en realidad patrocinados, controlados y apoyados por el gobierno. El crédito concedido por estos bancos es en la práctica (aunque no legalmente) respaldado por el poder impositivo del gobierno federal.

Técnicamente, permanecimos en el patrón oro; los individuos todavía eran libres de poseer oro, y éste seguía siendo usado como reservas bancarias. Pero ahora, además del oro, el crédito extendido por los bancos de la Reserva Federal (“reservas de papel moneda”) podía servir como curso legal para pagar a los depositantes.

Cuando la economía de Estados Unidos sufrió una suave contracción en 1927, la Reserva Federal creó más reservas de papel moneda, con la esperanza de prevenir cualquier posible escasez de reservas en los bancos. Más desastroso, sin embargo, fue el intento de la Reserva Federal de ayudar a Gran Bretaña, quien había estado perdiendo oro en favor de EE.UU. debido a que el Banco de Inglaterra se negó a permitir que los tipos de interés subieran cuando las fuerzas del mercado se lo dictaban (era políticamente difícil de digerir).

El razonamiento de las autoridades involucradas fue como sigue: si la Reserva Federal inyectara gran cantidad de reservas de papel en los bancos americanos, los tipos de interés en Estados Unidos caerían a un nivel comparable con los de Gran Bretaña; esto serviría para parar la pérdida de oro de Gran Bretaña y evitar el bochorno político de tener que subir los tipos de interés.

Los efectos de la intervención monetaria

Las acciones de la FED surtieron efecto; pararon la pérdida de oro, pero en el intento casi destruyeron las economías del mundo. El excesivo crédito que la Fed inyectó en la economía se desbordó en el mercado de valores -provocando un fantástico boom especulativo-.

Más tarde, los oficiales de la Reserva Federal intentaron absorber el exceso de reservas y finalmente tuvieron éxito en frenar el boom. Pero ya era demasiado tarde: antes de 1929 los desequilibrios especulativos habían llegado a ser tan extremos que el intento produjo una brusca reducción y consiguiente desaliento de la confianza empresarial.

Como resultado, la economía americana colapsó. A Gran Bretaña le fue incluso peor, y en vez de asimilar todas las consecuencias de su anterior locura, abandonó el patrón oro completamente en 1931, partiendo en dos lo que quedaba del tejido de confianza e induciendo una serie de quiebras a nivel mundial. Las economías del mundo se sumieron en la Gran Depresión de los años 30.

Con una lógica que recuerda a la generación anterior, los estatistas arguyeron que el patrón oro era el principal culpable de la debacle crediticia que llevó a la Gran Depresión. Si el patrón oro no hubiera existido, sostenían, el abandono de Gran Bretaña de los pagos en oro en 1931 no habría causado la quiebra de bancos por todo el mundo. (La ironía fue que desde 1913 no habíamos estado en un patrón oro, sino en lo que se podría llamar un “patrón oro mixto”; con todo es el oro el que se llevó la culpa).

La Gran Depresión

Pero la oposición al patrón oro en cualquier forma -por parte de un creciente número de defensores del estado del bienestar- era provocada por una idea mucho más sutil: la comprensión de que el patrón oro es incompatible con el gasto deficitario crónico (la nota distintiva del estado del bienestar).

Despojado de su jerga académica, el estado del bienestar no es nada más que un mecanismo por el que los gobiernos confiscan la riqueza de los miembros productivos de una sociedad para apoyar una amplia variedad de esquemas de prestaciones sociales. Una parte sustancial de esta confiscación se efectúa mediante los impuestos.

Pero los estatistas defensores de este sistema reconocieron rápidamente que si deseaban retener el poder político, la cantidad de impuestos tenía que estar limitada y que debían acudir a programas de gasto público deficitario masivos. Es decir, tenían que pedir prestado dinero, mediante la emisión de bonos del gobierno, para financiar los gastos en prestaciones sociales a gran escala.

Bajo el patrón oro, la cantidad de crédito que puede financiar una economía está determinada por los activos tangibles de la misma, ya que cada instrumento de crédito es en última instancia un derecho de cobro sobre un activo real. Sin embargo, la deuda pública no está respaldada con riqueza real, sino tan sólo con la promesa del gobierno de pagarla con lo obtenido de impuestos futuros y por tanto su absorción por los mercados financieros se hace problemática si su cantidad empieza a ser apreciable.

Un gran volumen de nuevos bonos solo se puede vender al público a tasas de interés crecientemente altas. Así, el déficit público bajo un patrón está estrictamente limitado. El abandono del patrón oro hizo posible que los estatistas utilizaran el sistema bancario como instrumento para una expansión ilimitada del crédito.

Ellos han creado reservas de papel moneda en forma de bonos gubernamentales que -a través de una serie de complejas etapas- los bancos aceptan en lugar de activos tangibles, y los tratan como si fueran un depósito real, es decir, como el equivalente a lo que antes era un depósito de oro.

Un límite al intervencionismo económico

El tenedor de un bono del gobierno o de un depósito de banco creado con reservas de papel, piensa que tiene un derecho válido sobre un activo real. Pero el hecho es que ahora hay más derechos de cobro pendientes de pago que activos reales. No se debe ir en contra de la ley de la oferta y la demanda.

A medida que la oferta de dinero (de derechos de cobro) aumenta en relación con la oferta de activos tangibles de la economía, los precios deben subir eventualmente. Así los ingresos de los miembros productivos de la sociedad pierden valor en términos de los bienes.

Cuando los balances de la economía son finalmente equilibrados, uno se encuentra con que esta pérdida de valor representa los bienes que han sido comprados por el gobierno para prestaciones sociales u otros propósitos, con el dinero recaudado de los bonos financiados por la expansión de crédito bancario.

En ausencia del patrón oro, no hay ninguna manera de proteger los ahorros de la confiscación que supone la inflación. No hay ningún depósito de valor seguro. Si lo hubiera, el gobierno tendría que hacer ilegal su posesión, como se hizo en el caso del oro. Si todo el mundo decidiera, por ejemplo, convertir todos sus depósitos bancarios en plata, cobre o cualquier otro bien, y a partir de entonces rechazara aceptar cheques como pago por los bienes, los depósitos bancarios perderían su poder de compra y el crédito bancario creado por el gobierno se quedaría sin valor como derecho de cobro sobre los bienes.

La política financiera del estado del bienestar requiere que no haya ninguna forma de que los propietarios de riqueza puedan protegerse a sí mismos. Este es el mezquino secreto de los ataques de los estatistas contra el oro. El déficit público es sencillamente un ardid para la oculta confiscación de la riqueza.

El oro se interpone en este insidioso proceso como protector de los derechos de propiedad. Si uno entiende esto, no debería tener dificultad en comprender la causa del antagonismo frente al oro de los estatistas.

Artículo elaborado por Alan Greenspan en 1966.
Una de las muchas webs donde puede leerse el artículo en inglés:
http://www.usagold.com/gildedopinion/greenspan.html

Autogolpe en Honduras


Por Jaime Raul Molina en la Página de la Fundación Libertad (http://www.fundacionlibertad.org.pa/)

En Honduras, el Presidente Manuel Zelaya intentaba subvertir el orden constitucional, pero la institucionalidad fue preservada por valientes hombres que se negaron a permitirle a Zelaya constituirse en tirano.

 Zelaya pretendía violentar la Constitución haciendo un referéndum sobre la posible convocación en noviembre a una Asamblea Constituyente. El problema es que la Constitución hondureña no permite la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente como método para reformar la Constitución, de modo que el tal referéndum es ilegal desde su concepción. Así se lo hizo saber el Tribunal Supremo Electoral. Entonces Zelaya decidió proseguir de todos modos, y por eso llamó al ejercicio 'encuesta' y no referéndum, y pretendía llevarlo a cabo con el Instituto Nacional de Estadísticas (controlado por el Ejecutivo), entidad a la que claramente no le corresponde una consulta popular como ésta. Pretendía además hacerlo de tal manera que las fuerzas armadas colaboraran en el ejercicio, y cuando el jefe de las Fuerzas Armadas conjuntas Romeo Vásquez Velásquez se negó a cooperar, alegando (correctamente) que se trata de un acto inconstitucional, el Presidente Zelaya decidió destituirlo. El Ministro de Defensa, Edmundo Orellana, renunció en protesta, y así lo hicieron también los jefes de las tres ramas militares, Naval, Aérea y Ejército.

 Entonces, Vásquez recurrió contra la decisión ante la Corte Suprema de Justicia y ésta resolvió de forma unánime (5-0) declarar nula la destitución y por tanto restituir a Vásquez.

 Ante la advertencia de parte del Tribunal Supremo Electoral sobre la ilegalidad de la encuesta, posición ratificada por la Corte Suprema de Justicia, garante de la Constitución, el Presidente Zelaya decidió proseguir de todas maneras. La llamada 'encuesta' tendría lugar el pasado domingo 28 de junio. Ante este evidente rompimiento del orden constitucional de parte de Zelaya, el Fiscal General Luis Rubí ordenó a las fiscalías bajo su mando, a acudir hoy a los centros de votación ilegales para tomar evidencia del delito. Así se hizo y paralelamente las F.F.A.A. fueron ordenadas por la propia Corte Suprema de Justicia, a detener al Presidente. Esto se hizo y en efecto el Presidente fue detenido y puesto en un avión hacia San José, Costa Rica.

 Análisis: En una República, gobierna la Constitución y la Ley, no los hombres. Ningún hombre, ni siquiera el Presidente en funciones, está por encima de la Constitución y las leyes. Cualquier acto de insubordinación contra el orden constitucional establecido, es en sí un golpe de estado. En este caso, es harto claro que ha sido el Presidente Manuel Zelaya quien ha violentado el orden constitucional, con un acto consumado (al iniciar los actos para el referéndum declarado ilegal por todas las instancias judiciales y autoridades electorales de Honduras).

 Ante esto, ¿qué debían hacer las demás autoridades del país (Órgano Judicial, Ministerio Público, Tribunal Supremo Electoral y F.F.A.A.)? ¿Debían quedarse de brazos cruzados viendo cómo el Presidente violentaba la Constitución? ¿No es acaso el deber de todo ciudadano (y con mayor razón, la de los ciudadanos investidos con funciones de guarda de la Constitución y las leyes), el usar los medios que estén a su alcance para proteger la República, la Constitución y las Leyes?

A mi modo de ver, la Corte Suprema de Justicia, el Tribunal Supremo Electoral, la Fiscalía General y los demás fiscales bajo su mando, al igual que las F.F.A.A. hondureñas, han actuado cívicamente para proteger la Constitución el día domingo. Actuaron con valentía para proteger a su República del intento golpista de su Presidente Manuel Zelaya.

 Sin embargo, veo con tristeza cómo todos los gobiernos del mundo corren a condenar dichas actuaciones, y en cambio a respaldar al golpista Zelaya. ¿Qué clase de diletantes nos gobiernan a todos, que corren a defender a un Presidente que tan abiertamente pretendía subvertir el orden constitucional de su país?

 Proporciones guardadas (y ni tanto), el abandono que los gobiernos actuales de todo el mundo le están dando hoy al pueblo hondureño y a sus instituciones, me recuerdan el abandono que del pueblo checoslovaco hicieron las potencias europeas en 1938 en Munich. En esto, lamentablemente debo incluir al gobierno saliente de mi país Panamá, del Presidente Martín Torrijos, que ha corrido también a respaldar a Zelaya y a desconocer la actuación del resto de las instituciones republicanas hondureñas.